miércoles, 23 de julio de 2008


MUSICA


La movida emo píntalo de negro


Los emo están en la calle y Capusotto los parodia: ese flequillito, esas uñas negras, el delineador. Pero detrás de tanto maquillaje y actitud angustiada, hay una movida musical. Aquí, una historia del género, un repaso de los discos esenciales y su sucursal argentina.


Por:
Silvina Marino

Almas sensibles: la vida de un emo por él mismo". El cartel aparece en el principio del hilarante sketch de Diego Capusotto que parodia las vivencias diarias de un muchacho perteneciente a la tribu emo. Pero, ¿qué significa emo? ¿Qué abarca? Nadie sabe muy bien de qué se trata más allá de lo obvio: emo viene de "emocional" y el estereotipo es conocido (el mismo que aparece en el programa de Capusotto); por una manera de vestirse, de peinarse, de moverse a través de internet en los populares flogs (sitios personales de fotos) y, claro, de escuchar música.Si esta estética es clara y fácil de identificar (ver ilustración), no sucede lo mismo con la música. Porque, en realidad, el término existe desde hace más de veinte años. Sólo que, con el correr del tiempo, cambió lo que estaba definiendo. Y en lo que va de este siglo, se popularizó de manera impensada.Hoy las caras más visibles del género están representadas por grupos mainstream con mayoría de público adolescente, como Fall Out Boy, Panic at the Disco y My Chemical Romance, uno de los que mejor corporiza el emo moderno. Aunque renieguen del mote y hagan lo posible por despegar de él ("es una mierda"), fueron los encargados de abrir las puertas del emo a la masividad: por su maquillaje y vestimenta y, por su base punk, letras angustiadas e introspectivas y gran teatralidad escénica. En realidad, esta teatralidad es una de las pocas constantes en las bandas de emo moderno: muchas de las que están agrupadas bajo este nombre comparten sólo algún coqueteo oscuro y el despliegue dramático sobre el escenario. Un caso es el de los alemanes de Tokio Hotel, liderado por el andrógino Bill Kaulitz, que combinan glam con emo-punk y rock sobreproducido. Si la androginia es clave en la última generación emo, también lo es el eclecticismo en bandas como Fall Out Boy y sus inclinaciones pop punk o como Panic at the Disco, que mezcla punk, rock, pop y psicodelia de la mano del cantante Brendon Urie.Más allá de las excepciones, el emo es básicamente un fenómeno masculino y estadounidense (salvo Paramore liderado por una mujer o los británicos Funeral for a Friend). Y cuesta encontrar una equivalencia local (algo similar pasó aquí con el grunge en su momento). Si algunas bandas argentinas se encuadran dentro de la tendencia (ver Calendar...) es por la influencia que recibieron de las primeras guardias, ligadas al "emo-core" ("Emotional hardcore": punk más veloz con letras sensibles) o al "emo indie".La arqueología se remonta a Washington DC. Si ésa es la cuna del emo, es a mediados de los '80 donde se ubica su fecha de nacimiento. El emo es heredero directo del hardcore norteamericano, pero "menos testosterónico y más intimista". Una piedra fundacional es el disco Zen Arcade (1984) del trío Hüsker Dü. Para el devenir de la tendencia se reconocerán luego otras influencias menos esperables, como la de los británicos The Cure y The Smiths.Bandas como Rites of Spring y Embrace aparecen en 1985 como abanderadas de este nuevo sonido y el punto de inflexión tiene nombre propio: "Revolution Summer", el verano de la revolución precede a la primera oleada del género. Lo curioso es que entonces (como ahora), estos grupos odiaban que las calificaran como "emo"... El movimiento se expande en el tiempo y en el lugar. Y en algunos casos tiene nombre propio, como la escena de San Diego que da origen al denominado Screamo (de Scream, grito) por su formato heredero del hardcore pero más agresivo, en grupos como Heroin o Mohinder.A mediados de los '90 surge una segunda ola en otra forma del género: el "Emo indie". El cuarte to Fugazi (hardcore) resulta esencial como modelo para esta nueva camada. Y la tercera etapa llegaría en el cambio de siglo, con la explosión de bandas teen como My Chemical Romance o Fall Out Boy. Precisamente, una de las críticas que reciben estas bandas es su costado comercial: los emo anteriores hacían hincapié en la importancia de ser under y trataban de respetar el espíritu "Hacelo por vos mismo" del punk. El otro cuestionamiento es que se le reprocha "un ensalzamiento de la angustia", herencia bastarda del post-punk "dark" (Joy Division, The Cure). Muchos acusaron a esta música de hacer un culto del suicidio. Fue en parte por la muerte mediática de una chica de 13 años en Kent: culpaban a las letras de MCR por incitarla. Entonces, cientos de fans salieron a defender al grupo (y al género). Incluso, hubo que tranquilizar a los padres: ojo, ser emo no tiene nada que ver con autoflagelarse. El crecimiento del género fue tal que se convirtió en objeto de estudio y los autores Trevor Kelley y Leslie Simon publicaron el libro Everybody Hurts (07): una guía esencial para entender que el emo también es un cultura. Mientras, en Buenos Aires, los grupos de floggers se reúnen en el Abasto o la galería Bond Street, y la burla se vuelve moneda corriente, sobre todo por el estilo fácilmente caricaturizable. En algunos casos, con innecesaria crueldad. En otros, de forma divertida, como en el sketch de Capusotto del emo que ruega a su novia: "Filmáme, Mirta, que voy a mostrar mi propia angustia mientras duermo".

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